lunes, 27 de julio de 2015

El coleccionista de sueños: La segunda noche



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Era una noche tranquila para la mayoría de habitantes del pueblo.
Sin embargo para el joven el atardecer era indicativo de que poco tiempo restaba para que llegasen esas horas de la jornada en las que la tortura podía tener inesperado comienzo.
De modo que cuando despertó en el sofá no pensó y sin dilación emprendió el camino a su cámara de tortura particular, la cama donde el sufrimiento en ciertas noches no parecía conocer límites.
Cerró los ojos y se durmió, esta vez sin sufrimiento previo, sin señal de alerta alguna que le preparase para lo que tenía por delante.

Se encontraba escuchando la música de su ordenador encendido aunque sin ser consciente de que ese era su verdadero origen.
Caminaba por el centro de su pueblo dirigiéndose a lo que quedaba de un antiguo pequeño teatro, ahora reformado en su sueño.
Al entrar un recuerdo le asaltaba una y otra vez.
Un precioso tocadiscos decoraba su pequeño hogar sin apenas amueblar. Pero no tenía nada para hacer sonar en él.
Pese a no disponer de demasiado dinero crecía su corazonada de que en ese lugar podía encontrar a buen precio la banda sonora de su película preferida.

Ensimismado en ello, recorrió diferentes estancias del pequeño lugar, de bajo techo y cargado ambiente.
Finalmente encontró en un pequeño rincón lo que andaba buscando, en una vieja estantería de madera un montón de vinilos se amontonaban unos con otros y sin dilación el muchacho comenzó a buscar entre ellos.
Una, dos y tres veces tuvo éxito, tenía en sus manos a buen precio la banda sonora de una trilogía que en su mente prometía grandes tardes de inspirada relajación en su sencillo domicilio.
No obstante, al echar un último vistazo a lo que tenía en las manos, algo terrible ocurrió.
Eran revistas con discos de apoyo acerca del cómo se hicieron las películas.
En ese instante el joven que se sacudía en las sábanas estuvo a punto de despertar.
Sin embargo se resistió.
En lugar de dejarse llevar por esa pista de que todo era en verdad onírico, preguntó a una mujer responsable del lugar dónde podría encontrar más vinilos cerca de allí.

Y dieron un paseo, un largo paseo por lugares donde en lugar de inhóspito abandono había inmensas escaleras mecánicas. Se vio a si mismo desde fuera, junto a la misteriosa mujer que al parecer se creía alcaldesa de la ciudad, dando saltos por diferentes plataformas, en un vagar que se antojó longevo como mínimo de varias horas.
Aconteció que regresaron al viejo teatro sin resultado alguno.
Muchas parejas cenaban tranquilamente cuando el joven se percató de que estaba parcialmente desnudo.
Mientras se vestía la supuesta alcaldesa cambió de carácter, mostrándose cada vez más desequilibrada y hostil.
Él tuvo en ese momento la imperiosa necesidad de despertar.
Pero mientras dejaba su calzado atrás consciente de que nada de aquello era real, supo al mismo tiempo que no podría escapar de aquel lugar sin el permiso de la mujer.
Una mujer que con el paso de veloces segundos perdía porte y elegancia, ganando peso y encorvando su postura, hasta el punto en el que mirarla comenzaba a producir un intenso terror.

– Se le está yendo de las manos. – Dijo Resolución desde ningún lugar en particular. – Sombra, acaba con esto de una vez. – Todos sabían en su fuero interno que aquello no iba a acabar bien, pero no podían tolerar toda una noche en esas circunstancias. Sombra se había vuelto a exceder y en la oscuridad de la noche volvía a crecer más y más.
Experiencia emergió entonces haciéndose corpórea en el piso donde el tocadiscos aguardaba a poder sonar con una compra que en verdad nunca tuvo oportunidad de hacerse realidad.
Este es el objeto de deseo, la necesidad imperiosa, de esta nueva noche. – Dijo dando golpecitos a un aparato ya rodeado de Resolución, Rectitud y el propio Experiencia. – Si queremos acotar a Sombra, tenemos que comenzar a prestar atención a las migas que sigue el joven hasta acabar en el lío que se encuentra ahora.
¿Quién es esa mujer? – Preguntó una pequeña niña llamada Ilusión a su acompañante, una esbelta mujer de elegantes ropajes llamada Esperanza. Sin embargo no obtuvo respuesta, tan solo la triste y alicaída mirada de una Esperanza que acarició su rubio pelo sin poder taparle los ojos, algo que ninguno de los que se encontraban en esa habitación nunca podían hacer.

Todos lo vieron.
Preso del pánico, el joven seguía dando zancadas hacia pisos inferiores a una mujer que ya no era una mujer sino algo extraño, temible y pavoroso, que bajaba emitiendo extraños sonidos agudos hacia una oscuridad que poco a poco fue tragando al muchacho.
Hasta que la alcanzó y la abrazó, momento en el cual abrió los ojos sintiendo en su habitación un súbito e intenso escalofrío.
Solo había pasado en realidad media hora desde que cayó dormido.


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6 comentarios:

  1. Y como en un nexo lleno de laberínticos planos una vieja y conocida sombra nos va proponiendo historias a cada cual mas amenazadora y espesa. La intervención de los personajes rebaja algo la tensión, aunque siempre acabe con esa sensación de impotencia. Saludos

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    1. Este diario lo debería haber escrito desde que tengo memoria.
      La intervención de los personajes es lo que me mantiene cuerdo... Un saludo.

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  2. ¡Qué horror tener noches así! El final me ha encantado. Esa última frase cuando nos dices que solo había pasado media hora, y te da la sensación de agobio porque sabes que aún le queda mucha noche. Genial. Un abrazo.

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    1. Vaya que sí :(
      Me alegra que te haya gustado el capítulo ^^ realmente siempre al despertar aún queda noche por cortar... Un abrazo María.

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  3. Muy bueno, como siempre, me gustan estos relatos de terror, pero también me apenan, por que muchos de estos relatos son sobres tus pesadillas >w<. Pero plasmarlas también es bueno, así que sigue así

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    1. Lo voy a empaquetar todo con un par de capítulos más y estará listo para descarga.
      Las pesadillas... Esperemos que algún día cesen.
      ¡Gracias por comentar, un abrazo!

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