jueves, 4 de diciembre de 2014

Una conversación en la Taberna



Un frío intenso peinaba las calles del pueblo fantasma. Winston caminaba por las estrechas calles con sendas manos en los bolsillos de su gabardina, de la cual emergía en el cuello una gruesa bufanda gris.
A los pies de la gran montaña nevada, el pueblo se encontraba desértico, pero Winston sabía de un lugar que tenía que continuar en pie, un lugar en cuyo cálido interior se arremolinaban constantemente variopintos personajes de curioso trato, un lugar escondido en una de las calles más oscuras del lugar, donde se veía relucir una tenue luz que invitaba a entrar a propios y a extraños. Una luz que provenía, como no, del farolillo ubicado en la entrada de la Taberna.

Antes, no obstante, Winston se hallaba temporalmente perdido. Una niña lo había desorientado. Su silueta se desvanecía en su correr girando las esquinas de los callejones, y Winston, sin saber muy bien por qué, la seguía. Hasta que la perdió por completo.
Ahora se encontraba en un callejón sin salida cuyas paredes estaban repletas de palabras de un hipnótico azul turquesa que rezaban “Estoy perdida: Estás perdido” o “Ayúdame, hazlo por ti”, por ejemplo. De algún modo, Winston, que se encontraba a solas, sentía la presencia de alguien más cerca de él. Pensando que quizá la niña se había escondido en alguna de las casas cercanas y lo miraba desde allí, negó con la cabeza, se sacudió para quitarse el frío e intento deshacer el camino hasta poder orientarse de nuevo.
Lo logró, a lo lejos, al fondo de una larga avenida, de una de las calles que giraban a la derecha emergía la única luz de un oscuro lugar donde la luna, esa noche, no alcanzaba a iluminar.

Mientras se dirigía hacia allí, en su bolsillo mantenía asido un papel en el que días antes había plasmado parte de sus pensamientos, de su inercia mental. Rechazados por algunas personas importantes para él, tanto Winston como el texto giraban la iluminada esquina para contemplar con alivio el farolillo de la Taberna, que alumbraba tanto el cartel donde se anunciaba su flamante nombre, “La hora de la verdad”, como al portero que esa noche sí cumplía su turno.
Éste saludó a Winston llevándose los dedos a la frente, limpia de su rubio cabello atado en una coleta.
– Buenas noches, amigo, bienvenido de nuevo.
– Buenas, Rectitud, menudo frío hoy, ¿Eh? – Respondió Winston, que provocó la risa de Rectitud, ataviado con un fina capa de lana como única protección al frío salvo su ligero uniforme, golpeando éste en el hombro a Winston como única respuesta al tiempo que como invitación a entrar.
Reconfortado por escuchar una vez más la aguda y afilada voz de Rectitud, lo hizo, y le sorprendieron dos cosas.
La primera, que la Taberna se encontraba prácticamente vacía, y la segunda, que la niña se encontraba allí, caminando entre las mesas por la zona más cercana a la chimenea donde ardía una acogedora hoguera.

– ¡Winston, cuanto tiempo sin verte! – Se trataba de la inconfundible voz de Experiencia, el dueño del local y único camarero, un hombre regordete y usualmente sonrojado de genuino aspecto, con sus tirantes sujetando sus pantalones verdes y amarillos, y su camisa blanca de manga corta. – ¡Ven aquí ahora mismo, granuja! – Experiencia le hacía señas desde la barra para que acudiera allí.
Mirando de reojo a la niña, que parecía estar distraída con sus pensamientos, Winston se acercó a la barra y saludó tanto a Experiencia como a la bella mujer que tomaba una copa sentada en uno de los taburetes. De un modo inevitable, cayó en la cuenta al sentarse de que se trataba de una bella hermafrodita.
– Vaya... ¿No os conocíais? Winston, te presento a Amor. – Éstos se dieron la mano y Amor aprovechó para quitarse la fina chaqueta que llevaba, pues era cierto que el ambiente en la Taberna resultaba muy cálido. Winston contempló como tenía gran parte de su cuerpo llena de tatuajes, que junto a los muchos piercings que lucía, le favorecían increíblemente.
– ¿Qué desea el señor? – Gritó Experiencia provocando que Winston dejase de mirar a Amor, algo sonrojado.
– Po... Ponme una cerveza mismo. – Respondió, sonriente. – Las cervezas de Experiencia consistían en auténticos tanques fríos y espumosos de su espléndido brebaje, que nunca se le llegaba a subir a la cabeza hasta dejarle ebrio perdido.

Pasado un buen rato, Winston y Experiencia ya se habían puesto al día, y se había generado cierta confianza entre el primero y Amor, con la que reía y hablaba de modo fluido. De pronto, ésta la preguntó, – ¿Por qué te llevas tanto la mano al bolsillo? – Winston maldijo para sus adentros, puesto que si no quería quedar como un imbécil debía confesar que, como un maniático, llevaba toda la jornada palpando ese papel que contenía aquello en lo que últimamente andaba pensando.
Unos tirones en su gabardina lo pillaron entonces por sorpresa.
Se trataba de la niña.
Cuando Experiencia le preguntó qué ocurría, Winston supo que la niña se llamaba Alma, y que quería que Winston le prestase lo que llevaba en el bolsillo.
Muy sorprendido, Winston accedió, para contemplar como la niña se ponía a leerlo en voz alta para que Amor y Experiencia pudiesen escucharlo.

Una hoguera que todo puede consumir,
a la que, en ocasiones, haces crecer de modo racional,
subiendo ésta hasta límites insospechados,
arrasando con todo cuanto se acerca,
reduciendo a cenizas buena parte de tu vida.

Un fuego que no te pertenece,
pero que acabas por hacer tuyo,
luciendo en tu mirada su resplandor,
su hipnótico y furioso arder,
sus llamas imposibles de contener.

La hoguera de la muerte del pasado,
a la que siempre puedes acudir,
dando con ella en tus peores pesadillas,
rige los tiempos perecederos de lo que quizá nunca fue,
quemándolo todo en sus brasas infernales.

Cómo caminar con tamaño fuego a tu espalda,
preguntas a un futuro inexistente frío como el hielo,
mientras la hoguera ruge a cada latigazo de sus llamas,
reduciéndolo todo a cenizas.
Reduciéndolo todo a cenizas.

Cuando hubo acabado, entregó el papel arrugado a Winston y se quedó donde estaba, contemplando a los demás. Amor apuraba los últimos tragos de su copa, y con una seña sacó del ensimismamiento a Experiencia para que se la llenase. Éste lo hizo al instante, mientras comentaba a Winston, – No creo que el pasado solo sean cenizas, viejo amigo, me niego a pensar que no hayas sido capaz de aprender nada de él. – De pronto todas las miradas estaban puestas sobre Winston.
Algo enervado, respondió que una vez habías aprendido lo esencial, muchas personas coincidían en que lo óptimo era dejarlo atrás, y de ahí la aparición de la gigantesca hoguera exenta de piedad.
– ¿Desde cuándo eres tú como la mayoría, Winston? – Replicó Amor, a lo que añadió, – Tú siempre me has amado, hallándome cuando no estaba en los bellos parajes que existen en el entramado de cuevas que es el laberíntico conjunto de los recuerdos. ¿Acaso no es eso prueba de que existe vida allí donde la mayoría tan sólo ve cenizas del pasado? –
Winston casi se levanta de un brinco de su asiento. ¿Cómo podía Amor saber eso de él? Quizá había hablado con Experiencia en algún momento del pasado, pero no recordaba haber dicho nada al respecto de esas palabras.
Además la presencia de la pequeña Alma, que estaba como petrificada a su espalda observando, sin pronunciar palabra desde que había leído su escrito, lo perturbaba.
Como en respuesta a su inquietud, Alma habló.
– No siempre hay que ver la vida como una cuestión de pasados, presentes y futuros... – Winston abrió los ojos de par en par. ¿Que habría querido decir la pequeña con esas palabras? Tras una pausa, prosiguió, – ¿Cuánto tiempo llevas sin sentirme, sin intuir mi existencia, como para haber escrito algo tan horrible? – Las lágrimas comenzaron a regar las mejillas de Alma hasta deslizarse cayendo al suelo. Winston se levantó para abrazarla, pero la niña salió corriendo y, de un portazo, abandonó la Taberna.

Todo quedó en silencio, salvo por el crepitar del fuego.
Winston apuró su jarra de cerveza y se quedó cabizbajo, pensativo.
Fue Experiencia quien rompió el hielo.
– ¿Cómo te sientes, Winston? – Apoyaba su rolliza mano en el hombro de su amigo. Amor lo miraba con ojos llorosos y rostro compungido.
– Es como si algo estuviese roto dentro de mi. Tras toda una vida buscando respuestas en el pasado, de repente me harté, y quise... – Winston sollozó. Amor puso su mano sobre su rodilla y le susurró unas palabras al oído que provocaron el llanto desconsolado del hombre abatido. Finalmente, cuando se hubo recuperado un poco, aún con voz afectada dijo, – No hay a dónde huir. Mi vida es una constante batalla por escapar de un pasado que dibuja mi presente.
– Basta Winston. Tienes que encontrarla. Aún no habéis acabado vuestra conversación. – Experiencia le hablaba con voz pausada.
– ¿De quién me hablas? – Respondió Winston.
– De Alma, sal y ve a por ella. – La mirada de Experiencia estaba fija en los ojos llorosos de Winston.
Éste asintió y se incorporó. Un largo abrazo con Amor sirvió como despedida, mientras que dando la mano a Experiencia salió de la Taberna en busca de la niña. Antes miró atrás, preguntándose cuánto tiempo había pasado desde la última vez que había pisado aquel lugar. No lo tenía nada claro. Eso le hizo recordar algo de lo que Alma había dicho antes.
Ya en el cobertizo donde se encontraba Rectitud inspiró profundamente el frío aire de la calle, donde había empezado a nevar.
Se miraron fijamente, y cuando Winston le preguntó si Alma le había dicho algo antes de irse, éste le respondió, – Dijo que no la encontrarías aquí. Que tu misión era buscarla, y tu vida sería más feliz. Pero que no la encontrarías... – Rectitud hizo una misteriosa pausa, asegurándose tener toda la atención de Winston, para finalmente susurrarle, – Aquí.

El visitante, más confundido que nunca, fue abandonando esas tierras, una vez más. Estaba de nuevo con la mente muy confusa, pero lo cierto es que, como siempre que acudía a la Taberna, se sentía mucho mejor.
Buscaría a Alma, y recordaría aquel lugar, alejándolo de las cenizas que habían hecho llorar a la pequeña por siempre jamás.
Experiencia y Amor bien sabían que el pasado, si lo guardas en tu interior, puede estar tan vivo que alcance a iluminar esa pequeña parte del camino que es el futuro inmediato, esos pasos que han de conducirte a un horizonte hecho de esa calidez, por muy frío y distante que se antoje en la lejanía.
Era como ese farolillo.
El farolillo de La hora de la verdad.

6 comentarios:

  1. Y hete aquí como un viaje al refugio " seguro " se revuelve e inesperadamente te enseña unas cuantas lecciones que dependiendo de quien sea les dará una u otra interpretación. Aunque siempre han sido vistos como una especie de tabla de salvación y un nexo a la máxima profundidad piadosa y reconfortante, en esta ocasión ya no ocurre así y la complejidad de la lucha existencial se reafirma en todo su esplendor. Así pues " Alma " vuelve a ser ese hito en apariencia inalcanzable pero tangible donde todo lo bueno y profundo se encuentran y, a la vez, los personajes se convierten en fieles y amigables compañeros para la dura lucha diaria. Si, es " La hora de la verdad ", pero ya no es la taberna de la desconexión sino del espaldarazo a nuevos niveles vitales donde alguien perdido pero que sabe bien lo que debe hacer siente que ni siquiera en ese recóndito lugar puede ya dejarse llevar y abandonar su imponente lucha. Saludos

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    1. Continuará... ¡Me alegro de que te haya gustado el giro que ha dado el ambiente en La hora de la verdad!

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  2. Vaya cambio a dado la taberna, me gusta, ya no es un lugar para "descansar" si no para continuar su lucha hasta conseguir su objetivo sin abandonar.Y que decir, Alma es una cucada, me la imagino como la niña del ninokuni que nadie sabe quien es y siempre hecha un cable cuando menos te lo esperas -_^

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  3. ¿Spoiler NiNoKuniesco? Nooooo XD.
    Me alegra que te hayan convencido las reformas.
    ¡Gracias por comentar, un beso!

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  4. No he comprendido muy bien este relato. Luego, al leer los comentarios, me he dado cuenta que éste relato sigue a otro. Y por lo que parece va a tener continuación. Por lo que he comprendido trataba de la búsqueda del yo interior. O eso creo...
    Saludos.

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    1. En efecto, todo esto viene de hace ya bastantes relatos. Hoy mismo tendré lista la nueva configuración del blog y podrás encontrarlos todos agrupados en su correspondiente sección.
      La búsqueda del yo interior es, en efecto, uno de los varios temas que se contemplan.
      ¡Si sigues leyendo estos relatos espero que te gusten!
      Un saludo.

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