sábado, 7 de junio de 2014

Guerra y paz



Ella va armada con un diario.
Podría parecer poca cosa en comparación a las armas que porta el ejército que quiere darle caza, pero ella mantiene su rumbo armada con un diario.
Es un diario secreto, cuyo origen es desconocido y su porvenir no demasiado claro.
Pero lo que está claro es que destila belleza.
En su laberíntico interior, un macabro juego de preguntas, algunas sin respuesta, saltan a la pista de baile en la que solo puede quedar una verdad, un camino y un destino que arraigue a esa flor primaveral a la arena del suelo.

Guerra, que así se llama, quiere dar con cierta paz en su vida.
Camina dando en ocasiones con muchas piedras en el camino, pero o bien las sortea, o bien se rehace rápido de la caída.
Hoy mis ojos han topado con su energía, y me he llevado una sorpresa agradable al comprobar que, ahí por dentro bajo las últimas capas, anida una verdadera energía positiva con ganas de salir constantemente a relucir ante la atenta mirada del ejército que ansía cazar.
Guerra camina en busca de la paz.

En ocasiones tanta energía positiva se incendia provocando un efecto aparentemente contrario, y de su mente, corazón y alma emergen las llamaradas de alguien que requiere atención, afecto y cariño, que todo lo queman y calcinan, causando que haya que volver a esperar para, de nuevo, volver a empezar.
Pero son sucesos escuetos y apartados de la línea normal de vida.
La línea era su fuerza y su debilidad, su arma y su talón de Aquiles. Era un diario, complejo y elaborado, que estaba plantando los cimientos para que algún día la primaveral flor pudiese lucir libre de ataduras y normas inverosímiles.

Ella va armada con un diario.
Se pregunta lo que todos en algún momento nos preguntamos, hasta cansarnos de hacerlo. Pero resulta interesante que se lo pregunte en un lugar en el que no pasa el tiempo, ni existen ejércitos ni ariscas tentaciones.
Un sagrado territorio donde el viento son sus palabras susurradas, una sagrada excepción en un corrupto camino plagado de contradicciones y dolor.
Cuando apunta con su diario a la cabeza del ejército, éste se retira, consciente de que, al menos en esa ocasión, no podrán arrastrarla al monótono y rutinario mundo real.
Mientras su arma permanezca alzada, quedará esperanza.
Esperanza por ver amanecer los días felices, los tan anhelados días soleados.

Ella va armada con un diario.
En él llueve sin cesar, en ocasiones dudas, en otras afirmaciones y en otras incluso lágrimas.
Lágrimas de desamor, de tristeza, de desesperación y sensación de ahogo.
Como si estuviese atrapada en un estanque con furiosas olas empujándola en todas direcciones menos en la adecuada. Como si ese lugar fuese a ser su tumba, de la que nunca nadie rescataría su cuerpo y su arma.
Así llora ella mientras, pluma en mano, avanza, pelea y lucha.
Con la ilusión de poder plantar la flor que compone su núcleo en un territorio pacífico, Guerra se dispone a habilitar el espacio con su arma predilecta.

Ella ni está sola, ni está indefensa.

Ella va armada con un diario.


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