lunes, 12 de mayo de 2014

Una canción y una fotografía



A la deriva en un océano de sensaciones,
con un rumbo fijo que apunta siempre al norte.
El norte donde se encuentra el bienestar,
donde se hallan la paz y el consuelo,
lejos de las furiosas olas de la desesperanza,
cerca del calor del saber ser y el saber estar.

A la deriva en un océano de contradicciones,
con un rumbo fijo que apunta siempre al norte.
El norte donde las dolencias se curan,
donde las enfermedades se estabilizan,
un lugar lejano al dolor implícito a la vida,
al que llegar mientras las heridas supuran.

Supuran dolor y sangre de un horrible pasado,
un pasado cargado de ira y desconsuelo,
plagado de soledad y gélido malestar,
formando todas y cada una de las olas del mar,
que arremete con furia con su oleaje maléfico,
al barco de Anabel que se dirige al norte.
A la deriva, pero sin perder un instante su radar.

Un radar destinado a ser compartido con los demás,
condenado a ser calibrado a diario en soledad,
una preciosa brújula de plateado cristal,
un tesoro en un mar de inmundicia y podredumbre,
destinado a salvar a cuantos sea posible,
del furioso océano, lejos hacia el norte, sin olas de sal.

A la deriva en un océano de demonios,
con un rumbo fijo que apunta siempre al norte.
Un destino casi angelical donde el sol siempre sale,
radiante y espléndido, perfecto y cálido,
eliminando las sombras y los males,
suprimiendo a las criaturas que se aferran a nosotros,

acercándonos siempre un poco más al norte.




La fuerza de Olga es su debilidad. 
Es en esos momentos donde todo flaquea y parece desfallecer, cuando un chispazo de vitalidad se produce en su interior.
Emerge del abismo que parece invitarla a tragársela con todas las de la ley, y vuela libre de nuevo riéndose de sí misma y de la desgracia que, por enésima vez, ha logrado eludir.
Pero hay momentos en los que Olga no puede más. Necesita apoyo y cariño, comprensión y calor, pues su chispa interior en ocasiones queda empapada por una misteriosa lluvia de melancolía que le impide retomar el vuelo comportándose como ella sabe que realmente es.

Es en esos momentos donde me gustaría estar a mi. Es en esos momentos donde más tranquilo estoy pues se de buena tinta que está rodeada de las personas adecuadas que saben ver cuándo esos momentos puntuales hacen acto de presencia. 
Todo empieza con el lento crepitar de unas gotas de tristeza contra la mojada tierra de su fértil interior, para verse éstas incrementadas con el paso del tiempo haciendo que Olga busque refugio, débil y friolera, para encender su hoguera y  salvarse de un fatal destino. En muchas ocasiones lo logra con soltura, efectuando el chispazo interior que la catapulta hacia los cielos de su felicidad, en cambio en otras...
En otras la lluvia se torna en tormenta, y no existe refugio que no sea golpeado por una incesante lluvia de amargo vacío.

Es en esos momentos cuando ella necesita ayuda.
Es en esos momentos cuando sus lágrimas harían llorar a todo un planeta.
Es en esos momentos cuando Olga muestra sus dos caras, su contradicción, una impresionante mujer capaz de surcar los cielos de la felicidad y al mismo tiempo una joven asustada ante una tormenta que arremete con furia contra ella y su mundo.
Es, en ese instante, cuando la amas más que nunca por lo que es y lo que representa.

La fuerza de Olga es su debilidad.
De ahí sacó sus alas, que tantos y tantos días podemos ver surcando los cielos que con tanto anhelo deseamos tocar.

2 comentarios:

  1. Una solitaria y dulce nota de oboe, solitaria y esperanzada, lucha denonadamente contra 126 instrumentos furiosos que lejos de provocar armonía luchan salvajemente entre ellos para imponer su dominio. Ya sean cuerdas o metales dibujan caóticas melodias y alcanzan crestas como olas gigantescas que furiosas rompen sin orden ni concierto sin darse cuenta que entre su titánica fiereza esa dulce, perdida y solitaria nota prosigue su búsqueda de la armonia, la belleza y la tranquilidad. Y, hete pues, que la fuerza y vitalidad de ese poema ha despertado en un viejo y cansado compositor el deseo de convertirlo en música y seguir las andanzas y aventuras de esa pobre y desdichada nota, símbolo de la pureza y la luz que aún albergamos. Mientras ella exista aún hay esperanza.

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  2. ¡Que ganas de escuchar esa composición!
    Me alegra que mis palabras te hayan inspirado.

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