lunes, 5 de mayo de 2014

Astral: El reflejo de las estrellas




– ¿Cómo te tratan a ti, Tierra? – La pregunta, telepática, atravesó la velocidad de la luz para llegar a oídos de la llamada madre Tierra, que sin dilación respondió.
– Una de mis especies ha tomado el control. Inconscientes en su mayor parte de cuanto están ocasionando, me están destruyendo a gran velocidad.
Un silencio respetuoso inundó los trillones de kilómetros que separaban Tierra de Auris.
Fue Tierra quien lo rompió.
– ¿Y a ti que tal te va, Auris? – Auris era un planeta semejante a Tierra exceptuando su tamaño, varias docenas mayor. Siempre se habían tenido simpatía desde que Tierra tomó consciencia de si misma.
– Mis especies cohabitan en paz y armonía. No se puede decir que haya lugar para el aburrimiento, pero resulta un placer existir en estas condiciones. Mis tres soles no se pueden quejar, estamos todos muy contentos.

Tanto Auris como Tierra sabían que los soles eran los guardianes de los sistemas planetarios de todo el universo. Sus jefes directos, por decirlo de algún modo. Si la cosa se ponía fea en su sistema, pocos problemas tenían en inmolarse por el bien del equilibrio universal.

– Te siento triste, Tierra. ¿Acaso no te queda esperanza? – Tanteó Auris.
– Sí. Luna me inspira un profundo respeto. Hablo mucho con ella acerca de nuestro destino.
Súbitamente una voz, algo más tímida y silenciosa que las que conversaban, se añadió.
– Tierra está perdiendo la esperanza, pero yo se de buena tinta que esta especie que la ha colonizado dista mucho de ser un virus como aparenta ser.
Tierra presentó a Luna a Auris.
Le explicó que no era exactamente una estrella que de pronto hubiese tomado consciencia de sí misma, como ocurrió con Tierra y Auris, sino que fueron las miles, millones, de miradas y conversaciones dirigidas a ella por parte de la naturaleza de Tierra lo que le otorgó una identidad, una personalidad, una alma.
– Es una historia triste. Una consciencia tan joven, casi infantil a nuestros ojos, la que nadie puede tocar ni besar, en la que nada puede florecer y, sin embargo, inspiradora de tantas y tantas maravillas como tantas otras veces me has contado. – Auris se refería a los poemas, textos y piezas musicales que Tierra le había reproducido durante miles de años.
– Claro, tu, con tus tres soles, no tienes este tipo de dilemas. Siempre de día, siempre a buena temperatura, con unas especies que no requieren de sueño para poder existir de un modo sano. – Si bien las especies de Auris eran mortales, lo cierto es que eran mucho más longevas que las de Tierra. Casi eternas a ojos humanos.
– Es tu sol quien debería preocuparte, Tierra, lo siento enfurecido incluso desde aquí. – Los soles no se comunicaban con las demás estrellas, estaban centrados en su propio sistema, conscientes en todo momento de la realidad que los ocupaba. Por eso resultaba preocupante que una estrella como Auris pudiese captar la ira de Sol desde tanta lejanía.

Así resulta que se comunican las estrellas del infinito firmamento, como ciegos que hablan por teléfono, pasándose información a modo de cultura y haciéndose compañía unas a otras en su usualmente eterna odisea espacial. Cada una en su propio sistema, despertando súbitamente a un estado de consciencia o viéndose inducido a él por otros seres menores.
Y es que... ¿Qué hay más grande que una estrella viajando por el universo regalando su luz?
– ¿Quieres que te cuente una historia, Auris? – Sugirió de pronto Tierra.
– ¡Claro, me encantaría! – Respondió entusiasmada Auris.


*


Joaquim se consideraba el sol de su empresa. Podía hacer y deshacer cuanto y cuando quisiera.
– Rachel, tráeme inmediatamente los documentos a mi despacho. – Ordenó a su secretaria.
Rachel era una mujer entrada en los cuarenta, a la que pese a que le habían salido algunas cosas mal, aún mantenía la esperanza de que tiempos mejores pudiesen llegar. Su mejor amiga, por así decirlo, era Stela, una chica veinteañera de blanquecina piel y ojos cargados de una melancólica ilusión. Cuando hablaban por teléfono, casi cada noche, Stela consolaba a Rachel como buenamente podía, teniendo en cuenta que Stela no se adaptaba demasiado bien a la realidad que la obligaba a caminar. Stela era feliz entre sus gatos y sus libros, y poco más necesitaba para seguir adelante aunque anhelaba el día en que pudiese sonreír de verdad, como veía a veces a Rachel hacerlo.
Ambas eran esclavas de Joaquim, que las trataba de la peor manera posible, haciéndose llamar sol en secreto con sus actos, mientras que Rachel se hacía llamar tierra.

Stela deseaba ser Auris algún día, pero era Luna. Lo era porqué todos en la empresa la contemplaban con mayor o menor aprecio, pero no podía pasar desapercibida. Su belleza innata hacía que los demás hablasen de ella a sus espaldas o a la cara, y el resplandor del aura de su alma hacía que personas confundidas como Rachel acudiesen en su auxilio.
Como ciegos que no saben verse los unos a los otros y necesitan de imágenes construidas a partir de emociones se tratasen, los integrantes de la empresa se movían en funciones estáticas buscando ser escuchados de vez en cuando, ser comprendidos en ocasiones, y ser amados en otras.

La empresa se llamaba Vida, y Joaquim tenía planeado cerrarla porqué se creía con la potestad suficiente como para conducir al traste con m´s de cincuenta años de historia solo porqué las ventas estaban descendiendo de un modo algo alarmante. Nada de aguardar a ver si la situación daba un giro, nada de lanzar avisos a la plantilla aguardando una reacción, nada que tuviese que ver ni remotamente con el comportamiento que emprendería un verdadero Sol.
Ahí radicaba el problema de la empresa, en que muchos de los roles eran malinterpretados y exagerados. Pues, ¿Cómo puedes compararte al Sol, cuya consciencia ignoras? ¿Cómo compararte a la Tierra, cuya consciencia del mismo modo se te antoja oculta? Solo en el poder de la imaginación de unos pocos, la mayoría muy jóvenes, se adoptan roles realistas como el de emular a obras de la naturaleza terrestre, a excepción claro está del caso de Stela.

A Stela la hicieron entre todos. Nació en una humilde familia en un barrio bajo, y desde bien pequeña fue marcada con el distintivo de rara. La apartaron sistemáticamente de todo y todos, hasta que con el paso de los años comprendió como sobrevivir en esa soledad y, finalmente, como vivir en esa soledad. El aprendizaje del vivir se lo brindaron sus compañeros de la empresa Vida con sus habladurías y su contemplación. La hicieron ser más consciente de quien era ella misma en realidad. Y de ese modo la Luna fue Stela, y Stela fue la Luna, dos estrellas diferentes con una misma raíz. Una alma torturada que acepta la posibilidad de estar sola en una empresa que no la entiende, pero en la cual tiene que sobrevivir para algún día poder sonreír.


*


Ese día ha llegado para nuestra pequeña Luna Auris, y pronto llegará para la joven Stela.
– ¡Es maravilloso! De modo que tu especie colonizadora pretende adoptar nuestros roles de estrellas sin percatarse siquiera de que ya estamos vivas desde mucho antes de que ellos existiesen...
– Si tú lo quieres llamar maravilloso... – Respondió alicaída Tierra.
– Me resulta maravilloso que existan reflejos de Luna en tu especie. Pues si una sola ha despertado tanta belleza a lo largo de tu corta historia, imagina la combinación de su alma en múltiples identidades.
Varias tormentas se desencadenaron sobre la superficie de Tierra, cuyo dolor solo hacía que aumentar.
– Auris, Rachel no era mala persona... – Balbuceó a través de los confines del universo.
– Lo se, pero pretendía ser mucho más grande que lo que le tocaba ser, seguramente estaba llena de deseos y sueños inalcanzables para alguien de su condición y edad. La empresa Vida no era una mala empresa, simplemente estaba mal dirigida y sus empleados mal aconsejados. – Auris dejó que Tierra sollozase un poco más, hacía tiempo que no hablaban y sentía su soledad a través de la inconmensurable distancia que las separaba.
– Piensa que no estás sola, Tierra. – Añadió Auris. – Del mismo modo que en Vida los ciegos pueden comunicarse entre ellos para aplacar su desánimo, tú tienes infinidad de estrellas para seguir haciendo de este universo un lugar mejor.
– Me duele... Me están haciendo daño... – Tierra aún secaba sus lágrimas con vientos huracanados en puntos de su superficie.
Auris no dudó ni un instante.
– Piensa en Luna. En Stela. En todas las pequeñas lunas que contienes y te rodean. De vez en cuando, en vez de dictarme poemas o componerlos tu misma, contempla el inmenso poema que es la existencia a través de ese precioso bolígrafo de satisfecha melancolía que es el conjunto de lunas. Ellas escriben cada instante, durante toda la eternidad. Yo no me canso de leerlas.
Tierra se tranquilizó.

No hubo abrazo entre Tierra y Auris, pero en la inmensa distancia que las separaba, algo se removió. Estrellas fugaces iniciaron una danza imposible de cualificar en puntos tan alejados de las galaxias que nadie que no fuese una estrella podría haber contemplado la obra.
Fue una señal de interconexión, como una dulce caricia de la bienaventurada Auris a la maltrecha Tierra, que le decía que, pasase lo que pasase, siempre serían amigas.
– ¿Qué es eso que se oye en nuestro canal, Auris?

Auris guardó silencio, a la espera de que Tierra se percatase de que Luna, su Luna, estaba llorando de felicidad.


Para leer el siguiente capítulo clicka aquí

4 comentarios:

  1. Me ha parecido muy bonito este relato, aunque ya sabes que pienso a veces como la tierra xDDDDD de que somos una plaga y todo eso.

    ResponderEliminar
  2. Interesantísima y muy lograda primera parte que abre un canal muy original de comunicación estelar retomando y evolucionando el mito " Gaia ". El desarrollo de esa trama podría ser genial. El relato en si es una escapatoria a la que el autor nos tiene acostumbrados y donde aflora su propio y rico universo interior. Como me gustaría el desarrollo de esa primera parte, que se dirían Arturo y Belthegeuse, Vega y Sirio, que tendrian que decirnos esas nubes de gas primigenio que hace 13.000.000.000 de años luz vieron algo que nosotros no podemos entender. En fin, como siempre se me queda corto. Seguimos esperando... . Enhorabuena

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Esto puede dar para mucho, ciertamente. A ver si algún día me pongo con ello. Me alegra que sea de tu interés.

      Eliminar