jueves, 29 de agosto de 2013

Un lugar


Amanece, la luz baña el lugar, que estalla en un infinito baile de vida.
Un riachuelo acompaña con su música el caminar sobre un suelo de hojas que crujen antes de ser aplastadas contra la tierra. El juego de luces y sombras resulta precioso. Los árboles de húmeda corteza invitan a ser tocados, mientras en su copa trazos azulados se dibujan entre las verdosas ramas. Se trata de un instante que no se repetirá, en un lugar que día a día tratará de mantener en pie su oferta.
El anaranjado tono que aguarda en algún punto posterior prepara las bases de aterrizaje, mientras la noche ultima su propia propuesta.
La belleza del lugar resulta perenne. Incluso cuando el aire transporta emociones y las energías danzan modificando realidades individuales, el explosivo amanecer mantiene el total en perfecto estado, para todo cuanto habite ahí, sea lo que sea y no sea lo que no sea. En ese preciso instante. El atardecer, que al arrojar su sedante sobre el oleaje de un mar misterioso como si de un alucinógeno camino de luz se tratase, puede mimar a sentimientos y emociones, acaricia con un último aliento cálido todo cuanto alcanza a sentir. La noche tiñe oscuras las entradas a los laberínticos entramados de cuevas donde se acumulan las armas de un ocaso que no pertenece a ese lugar. Las invitaciones a entrar, hojas que crujen. Sin embargo el cielo ilumina de un modo quizá mágico todo cuanto pertenece al lugar, sea lo que sea y no sea lo que no sea en ese instante. El agua resplandece y comparte su música con nuevos miembros, abriendo invisibles caminos oníricos donde dibujar en un lienzo cuyo abstracto despertar se fusionará de algún modo con el nacer de un nuevo día.
La lluvia de grisácea cúspide, incluso con sus tambores y latigazos eléctricos, visita golpeando aleatoriamente en una continua generación de situaciones.
La niebla viene y va. Muchos son los sentidos que pueden arraigar en ese lugar. Si la niebla los envuelve en un cíclico abrazo, ninguna diferencia habrá entre azul o naranja, gris o negro, río o laberinto. La enfermedad, cercana o no al extraño ocaso, usa a modo de guante la espesa niebla.
No obstante el lugar nació de la nada para alcanzar su totalidad. Puede sentirse en la profundidad de cada ínfima parte así como en su exterior más amplio.
Cruzar la niebla en cualquier dirección, un solitario camino repleto de compañía.
Amanece. Lienzos invisibles producen movimientos y acciones que se integran en un estallido que siempre quiere más, mientras mantiene intacta su oferta.

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